NOTAS ETNOBOTANICAS SOBRE EL AJI INDIGENA 

Por NESTOR USCATEGUI MENDOZA 

Santander de Quilichao, octubre de 1963. 

"Axi es una planta muy conocida e usada en todas partes destas lndias, islas a tierra firme, e provechosa e necesaria, porque es caliente e da muy buen gusto e apetito a otros manjares ... porque en todas las labranzas e huertos los ponen e crían con mucha diligencia e atención porque continuamente lo comen . . . E no es menos agradable a los chripstianos ... por ser muy buena especia da buen gusto e calor al estómago" ... "Llévese a España e a Italia ... " Fernandez de Oviedo y Valdez Gonzalo, 1944, Historia General y Natural de las Indias, T. II. Asuncion. En Perez Arbelaez Enrique, 1956, p. 699, Plantas Utiles de Colombia. Madrid. 


Ají, como le llamamos en Colombia, en las Antillas y en gran parte de las Américas del Sur y Centro, es denominado pimiento, chile, tabasco, paprica y bell pepper. Pertenece a la familia botánica de las solanaceas y al genero capsicum y se divide en dos grandes grupos de especies, el Capsicum Frutecens Wilt, y el Capsicum annuum L. (P. Fonquer en su obra reciente sobre plantas medicinales dice que esta diversificado en unas 50 variedades o razas, las cuales se pueden reunir en dos grandes grupos primordiales, los dulces y los picantes, y luego en otros secundarios, por la forma y dimensiones de su fruto), a cuya provisional clasificación pertenecen numerosas variedades tropicales y subtropicales esparcidas por todo el mundo, especialmente en el trópico americano, que difieren en habitat, tamaño, forma, color y picante de la frutilla; esta, de un alto poder alimenticio, contiene: Vitamina A, Tiamina, Riboflavina, Niacina, Ácido Ascórbico y Capsaicina. 

Su principio activo, es decir, la vanilamida del ácido metilnonemico, que se localiza preferencialmente en las paredes divisorias del fruto y en su base, y no en las semillas, es una substancia gracias a la cual gran parte de sus variedades se emplean como condimento; tiene además virtudes medicinales como la de rubefaciente, gracias a la Capsaicina que activa la circulación de la sangre, y antidispeptica, porque estimula la secreción biliar. 

A juzgar por los hallazgos arqueológicos y las relaciones históricas, el papel del ají se extiende mucho más allá del descubrimiento de América. Su ausencia en las literaturas asiática y europea, anteriores al siglo xv; su gran extensión y variedad en América Central, las Antillas y Sur América, indican que esta planta es de origen americano. Su naturaleza, figura y poder pseudomágico se han perpetuado a través de la culinaria indígena, el arte, la magia y la medicina. 

Resumimos aquí, en un brevísimo recuento, su utilización por algunos grupos americanos de la Amazonia, por las tribus indígenas de Colombia, y destacamos su muy notable empleo como estimulante, por un pequeño grupo Tukano del Pirapa-raná en el Vaupés colombiano. Nuestros contemporáneos indígenas emplean el ají, no solo como preciado y agradable condimento, sino también en medicina interna como poderoso estimulante, carminativo y febrífugo y en la externa como contra-irritante, probablemente por su carácter astringente. 

Uno de los más extraordinarios remedios para la oftalmia es el usado por las mujeres indígenas en el Alto Quitaro (Guayana Británica), las cuales aplican en los ojos enfermos de sus hijos el jugo de largos pimientos rojos (probablemente el C. frutescens var longum Bailey). En el distrito de Pomeron (G.B.), aplican a los niños, en casos de desórdenes estomacales (flatulencia y fiebres), fuertes enemas de Capsicum, por medio de jeringuillas elaboradas a base de piel de mamíferos para la perilla y huesos largos de aves en el inyector. 

Entre los Makusi del Rupununi (B.B.), se utiliza el ají como medicina en las cefaleas, mezclando la frutilla molida con agua y empleando una calabaza alargada (probablemente Lagenaria vulgaris Serg.), conocida como Kassakra, a la cual se han hecho dos orificios, uno en el extremo alargado por el que se absorbe, y otro lateral a la base del recipiente para introducir el producto; en seguida se introduce el extremo alargado en una de las fosas nasales del paciente, quien debe absorber la mezcla medicinal. 

En diciembre del año 1961, la Expedición Anglo-Colombiana 1960-61, al penetrar al rio Piraparaná (Vaupés) encontró grupos indígenas pertenecientes a las familias lingüísticas Tukano y Arawak, quienes emplean como condimento en su alimentación diaria el ají, generalmente en polvo, y también comen la frutilla verde o madura, para acompañar los alimentos, especialmente con el cazabe, torta elaborada en harina de yuca brava Manihot utilissima Pohl., comida básica en la Orinoquia y Amazonia americanas. 

En uno de los grupos de las tribus que habitan el Pirapa-raná, se observó un uso muy particular del ají; fue entre los Makuna (Tukano), del caño Koneyaca, en la Maloca de Antonio Breo; allí los indios jóvenes emplean el ají en la mañana como fuerte estimulante, en la forma siguiente: el ají indistintamente verde o maduro es desmenuzado y mezclado con agua en un calabazo especial para este fin; luego los jóvenes indígenas que han pasado la noche anterior bailando y consumiendo bebidas alcohólicas, se colocan en círculo, alrededor del calabazo con ají, sentados al estilo Tukano; luego sacan fuera del calabazo la mezcla por medio de una hoja verde, la cual ha sido transformada en un recipiente cónico. La punta de este cono es llevada hacia las fosas nasales, y el "agua de fuego", como la llaman éstos, es aspirada por una y otra fosas alternativamente, acompañando la acción con gruñidos, gesticulaciones y resoplidos (foto No. 1). 

El ají así preparado tiene el objeto de hacer desaparecer los efectos de las festividades, en las cuales el exceso en las bebidas alcohólicas es muy frecuente. En seguida se lanzan al rio cercano para nadar, lo cual contribuye al buen efecto de tan singular remedio. Es necesario anotar la similaridad de este uso con el de los Makusi de la Guayana, y podemos decir que es una muy particular costumbre indígena, que puede ser el resultado del contacto cultural entre estos grupos o quizá un paralelismo. 

Durante mi recorrido por el país indígena de Colombia, y hace unos pocos meses como miembro de la Expedición Anglo-Colombiana, tuve la oportunidad de recoger ejemplares identificables de plantas de ají y anotar su uso por los indios como condimento, medicina, y su intervención en la magia. 

Los Goajiro, habitantes de una de las pocas zonas desérticas del territorio nacional, al Norte, aunque no cultivan permanentemente esta planta, la adquieren en los mercados de las poblaciones vecinas, para preparar con ella una salsa picante con la cual acompañan sus comidas de mariscos, pescado y la carne seca de vacuno, o más frecuentemente de caprino. Los Tunebo de Boyacá lo usan frecuentemente en su alimentación, particularmente para condimentar carnes en estado de descomposición y para acompañar la comida de tubérculos, especialmente el Capsicum frutescens. var bacatum (L.) Irish. 

Hace pocos meses, en los Llanos del Vichada, fui a la caza de patos para obtener carne fresca, y fue ésta tan abundante, que en la noche me di un banquete en compañía de los indígenas Sáliva, preparado por la esposa de uno de ellos y exquisitamente condimentado, lo cual me extrañó en aquellas soledades, pasándoseme tal extrañeza cuando me entregue al placer de la comida y observe a uno de mis amigos que cubría completamente su plato con un polvo grisáceo similar a la pimienta; cuando guise probar de aquel polvo, me di cuenta de que era tan picante como aquella, y al inquirir por su origen y elaboración, me dijeron que provenía de pulverizar un pequeño ají, verde o maduro, que secan al sol y cuya planta crece cerca de las habitaciones. Al día siguiente, después de observar las plantas, corte unos ejemplares cuya posterior determinación me permitió denominarlos Capsicum annuum L. 

Sobre el uso y el cultivo del ají entre los indígenas del Choco, puedo asegurar que en mi recorrido por el Bajo San Juan, región especialmente habitada por grupos Noanamá, no encontré un solo tambo indígena que no tuviese cultivos de ají en sus cercanías, considerándose esta planta como indispensable condimento en su alimentación. El doctor Reichel-Dolmatoff, quien conoce muy bien los indígenas de esta zona y los Emberá del centro y oeste del Choco, confirma mi opinión respecto del uso del ají por estos, y me dijo haber hallado en el bajo rio Siguirisúa, al Oeste, algunas plantas de ají, de las cuales los indígenas Noanamá obtienen aparentemente dos variedades, una de frutos rojos cónicos, y otra de frutos amarillos alargados. De acuerdo con la identificación anterior de plantas de esta región y a la vista de una fotografía en color, que aquí aparece desafortunadamente en blanco y negro (foto No. 2), yo juzgo que se refiere a dos plantas que pertenecen a una misma especie, la C. frutescens, pero correspondientes a dos diferentes variedades: la de las frutillas rojas cónicas a la variedad bacatum, y la de las amarillas largas a la variedad longum. Ambas son empleadas por los indios como condimento por sus cualidades picantes de mayor o menor intensidad. 

Quiero hablar, finalmente, del aspecto cultural del ají entre los indígenas Páez de Tierradentro, en el Departamento del Cauca. Por ser uno de los grupos indígenas más numerosos, por su ascendencia Chibcha, por su influencia en la cultura colombiana del Sur de Colombia, tiene gran interés el observar que el empleo del ají como condimento fue mencionado por los cronistas de la Conquista y la Colonia, y hoy los estudios sobre esta tribu nos descubren otro aspecto cultural de esta solanácea, cuando hablamos de la magia y encontramos que los Te Eu (Médicos Paeces) se inhiben de comerlo durante sus curaciones de tipo mágico concomitante y el Nasa Jihi (brujo Paéz) le coloca al duende (Espíritu de los Paeces) un ají grande de montaña en el sitio por donde debe pasar la persona que se va a brujear, y si ésta pasa por dicho lugar, muere con "picadas" en el corazón. 

Esta tan arraigada a la magia la cualidad picante del ají, que se dice que cuando un niño manifiesta haber visto visiones, inmediatamente se le prohíbe comer ají. Él Te Eu dice sobre una bruja: "A esta vieja hay que traerla al pueblo, quemarle los remedios, bañarla con agua de ají, maniatarla y hacerla amanecer así para evitar que se fugue, se bañe con sus remedios y se convierta nuevamente en bruja". Esto para acentuar el poder mágico que representa el ají para esta cultura indígena. 

Deducimos de lo anteriormente anotado que esta planta precolombina extiende su influencia hacia varios aspectos de la cultura indígena de Colombia, que si observamos la cultura mestiza encontramos una gran persistencia ·de estos desde la cocina a la magia, y además su acción estimulante y rubefaciente enriquece el acervo de la medicina popular colombiana.

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